La Iglesia es la comunidad que escucha al Señor que habla

Ciudad del Vaticano, 5 de octubre 2013 (VIS) - Después de almorzar en el comedor de Cáritas, el Papa fue a visitar el Eremitorio de las Cárceles en el monte Subasio, a cinco kilómetros de Asís y a ochocientos metros de altura, en el centro de un bosque. Allí se encuentra la gruta en la que se retiraba san Francisco para dedicarse a la contemplación y el minúsculo oratorio dedicado a Santa María en el que se reunía con sus compañeros para la oración en común.

La visita duró alrededor de media hora; el Santo Padre fue acogido por la comunidad religiosa y rezó en la gruta de San Francisco. Desde allí se trasladó en automóvil a la catedral de San Rufino para encontrarse con el clero, las personas de vida consagrada y los miembros de los consejos pastorales de la diócesis.

En esa catedral se encuentra la fuente en la que fueron bautizados San Francisco y Santa Clara y el Papa lo recordó subrayando la importancia de la memoria del bautismo que es “nuestro nacimiento como hijos de la Madre Iglesia”. En su discurso, el pontífice habló de los aspectos más importantes de la vida de la comunidad diocesana e hizo referencia al sínodo que sus miembros están a punto de comenzar.

El primer aspecto es escuchar la Palabra de Dios. “La Iglesia es esto -dijo el Papa -: la comunidad que escucha con fe y con amor al Señor que habla ... La Palabra de Dios suscita la fe, la nutre y la regenera. La Palabra toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, tan distinta de la nuestra”. Pero “no basta leer las Sagradas Escrituras, es necesario escuchar a Jesús que habla en ellas; hay que ser antenas que reciben, sintonizadas en la Palabra de Dios, para ser antenas que transmiten. Es el Espíritu de Dios el que hace vivas las Escrituras, las hace entender en profundidad, en su sentido verdadero y profundo”.

El segundo aspecto es caminar. “Es una de las palabras que más me gustan cuando pienso en el cristiano y en la Iglesia - reveló Francisco - Vosotros estáis entrando en el sínodo y sínodo significa caminar juntos. Creo que esta es la experiencia más hermosa que vivimos: formar parte de un pueblo en camino en la historia, junto con su Señor, que camina entre nosotros. No estamos aislados, no caminamos solos; somos parte del único rebaño de Cristo. Y aquí, pienso también en vosotros, sacerdotes y dejad que me incluya yo también. ¿Hay algo más hermoso para nosotros que caminar con nuestro pueblo... Juntos, sin fugas hacia delante, sin nostalgias del pasado. Y mientras se camina, se habla, nos conocemos, nos hablamos, se crece siendo familia”.

Por último: anunciar hasta las periferias. “Es un elemento que he vivido mucho cuando estaba en Buenos Aires: la importancia de salir para ir al encuentro del otro en las periferias que son lugares, pero, sobre todo, personas en situaciones de vida especial...realidades humanas marginadas, despreciadas. Son personas que, a lo mejor, se encuentran físicamente cerca del “centro”, pero espiritualmente están lejos”.

“No tengáis miedo de salir al encuentro de estas personas, de estas situaciones. No os dejéis inmovilizar por los prejuicios, las costumbres, la rigidez mental o pastoral que dice : “siempre se ha hecho así”. Se puede ir a las periferias sólo si se lleva la Palabra de Dios en el corazón y se camina con la Iglesia, como San Francisco. Si no es así, nos llevamos a nosotros mismos y esto no es bueno, no sirve a nadie. No salvamos nosotros el mundo: es el Señor”.

“No os he dado recetas nuevas y no creáis a quien dice que las tiene: no las hay - afirmó el pontífice al final de su discurso - He encontrado en el camino de vuestra Iglesias aspectos bellos que hay que dejar crecer y quiero confirmaros en ellos. Escuchad la Palabra, caminar juntos en fraternidad, anunciar el Evangelio en las periferias”.